28 de mayo de 2013

AMABLE

Empiezo a pensar que todo esto no es más que un mal sueño. No es posible que se haya acumulado tanta mala suerte en tan poco tiempo, concentrándose además en la misma persona, que no es otra que la que escribe estas líneas. Debo reflexionar sobre lo que ha sucedido, para tratar de buscar remedio a esta situación y así conseguir que de mi cabeza se aleje esta negatividad y pesadumbre que anega mis pensamientos.

Para no tener dudas al respecto, he consultado en el diccionario la definición de amable: “afable, complaciente, afectuoso”. En realidad no era ésta la que estaba buscando, sino la segunda, la que define a alguien amable como “digno de ser amado”. Ahí es a donde quería yo llegar, porque me considero dentro de ese grupo de población que puede ser etiquetado así: alguien digno de ser amado, con todo lo que conlleva esa frase. Sin embargo, no he conseguido todavía que alguien me ame con un mínimo de continuidad, manteniendo encendida y viva esa llama que resguarda bajo su cálida luz todo el cariño que surge hacia el otro cuando dos personas contactan en el plano afectivo.

Ha pasado ya medio año y he compartido mi vida con tres parejas diferentes, a cada cual más extravagante y caprichosa... al menos bajo mi criterio. Tres sujetos que no llegaron a establecer conmigo un vínculo emocional sólido, pero en los que vi desde el principio cierta analogía de carácter, una predisposición empática que no hizo más que ilusionarme desde el primer encuentro y desde el beso inicial. Nada que hacer; diez semanas escasas fue lo que aguantó la relación más duradera de las tres. Y en todas apareció un denominador común: saturadas de mis atenciones y hastiadas de mi peculiar forma de amar, mis ya ex parejas acabaron por dejarme en cuanto fueron conscientes de que la química se desvanecía a cada hora que compartíamos, de que la pasión perdía intensidad ahogada entre la inseguridad y la desconfianza. En cualquier caso, un tiempo demasiado corto como para considerar la posibilidad de pasar el resto de mi vida en su compañía.

Analizando mi comportamiento debo reconocer que, en lo que a mí respecta, la mediocridad no es un rasgo que conforme mi carácter. Cuando me entrego a un proyecto sentimental, vuelco mi corazón y toda mi energía para vivirlo en cuerpo y alma. Si me paro un poco más a pensarlo, reconozco que es posible que esta avalancha emocional pueda tener también sus inconvenientes. Yo, que me enorgullezco de llevar los bolsillos llenos de palabras afectuosas y la boca repleta de “te quieros”, no he sido capaz de provocar en nadie una respuesta que no sea el rechazo a corto plazo y la indiferencia más desoladora. Demasiado agobiante, demasiada intensidad en la convivencia, un asfixiante exceso de control y de entusiasmo: un alto precio que me exijo para no tener que flirtear con mi soledad, pero un alto peaje a pagar para el contrario, que en principio no aspira a otro cosa que no sea compartir su deseo y disfrutar de la vida en compañía, sin más complicaciones.

Es hora de reconocer lo que llevo un tiempo sospechando y me niego a asumir: ni es un mal sueño ni es cuestión de mala suerte; la suerte buena o mala es el pretexto de los fracasados, dice una frase que he leído en algún lugar. Existe un único culpable para esclarecer esta tormenta de emociones que rige cada una de mis aventuras en busca del amor que todavía no he encontrado: yo. Qué triste resulta asumir que mi excesiva manera de entender el amor y las relaciones íntimas sea precisamente lo que me aleje de su conquista. Y es que “más” no siempre es “mejor”… 

3 comentarios al respecto...:

Unknown dijo...

Te diré Miguel amigo mio, que en cierto modo me siento identificado con el protagonista de este relato.

En alguna ocasión me ha sucedido lo mismo que a él.

Reconozco que cuando una relación comienza, no es tan importante "darlo todo", como "dar lo correcto".

La otra persona puede (y en la mayoría de los casos así sucede)sentirse sobrepasada por ese bienintencionado comportamiento.

En las relaciones, el hambre y las ganas por conseguir ese afecto hay que dejar que fluyan por si solas. Lo demás si tiene que llegar, llegará en su momento.

Mi canción para este relato es: "Ambre" de Nils Frahm.


http://www.youtube.com/watch?v=xzW9jbItnHM

Un saludo.

Unknown dijo...

Hummmm, un buen relato que invita a la reflexión y un excelente razonamiento por parte de Lino. Podría estar elucubrando y opinando sobre el tema horas y horas pero no voy a ser pesada y voy a aplicar aquello de “Ser simple” y sólo diré que siempre, SIEMPRE hay un roto para un descosido y, que esa persona que parece conectar con nosotros y que las cosas fluyan con naturalidad está ahí fuera. Simplemente hay que pensar que las anteriores, no eran para nosotros.

Un besazo.

“Love comes to those who believe it”
Celine Dion

http://www.youtube.com/watch?v=k0Ry04yL0v8



SACE dijo...

Uff, cómo me identifico yo también con el protagonista de este relato; siempre pensé que, al darlo todo, di demasiado y me quedé vacía.

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