16 de febrero de 2013

VUELVE PRONTO


El trayecto en el avión se había hecho más pesado que de costumbre. Tres horas encerrado en un cilindro presurizado, a once kilómetros de altura, con el espacio mínimo para encajar las piernas y acomodarse a duras penas en un asiento "talla infantil", que permitía una movilidad similar a la que te proporciona una camisa de fuerza; sobre todo cuando, como en su caso, el pasajero tenía una estatura considerable. Al menos había podido dormitar un rato, vencido por el cansancio y arrullado por el constante rugir de los motores de la aeronave. La noche anterior había sido especialmente intensa y el sueño acabó por vencer su resistencia, sumergiéndolo en una neblina de recuerdos, de entre los que destacaba uno en especial.

Ella era una mujer atractiva, enamorada de su trabajo y adicta a esos pequeños placeres destinados al entretenimiento que la vida te ofrece; la música, el cine y la lectura ocupaban gran parte de su tiempo de ocio, por otra parte bastante escaso. Fue precisamente en una librería en donde conoció a aquel hombre, entre novedades literarias, libros de relatos y grandes clásicos. Ambos escrutaban la misma sección de libros, a la busca y captura de esa novela por la que llevaban tanto tiempo esperando, cuando sus cabezas inclinadas para leer los títulos verticales casi colisionaron, concentradas como estaban en su labor de investigación. A partir de ahí, de ese encuentro tan fortuito como oportuno, se entabló una conversación que continuó en una cafetería adyacente, donde entre sonrisas y varios cafés se pusieron sobre la mesa temas comunes, anécdotas y alguna que otra mirada que delataba la posibilidad de extender ese rato tan agradable compartiendo un almuerzo o una cena. Esta segunda opción tenía más posibilidades de éxito y ambos decidieron darse una segunda oportunidad, bajo el influjo de un par de copas de vino y con la complicidad de la noche como testigo.

Seguía saboreando todavía su piel y emborrachándose de ese olor floral tan característico de su perfume, mientras de fondo escuchaba un murmullo lejano, en forma de retahíla de datos sobre altitud, velocidad y hora de llegada: la voz distorsionada del piloto a través del micrófono lo había despertado del superficial sopor que mantenía desde hacía media hora. Tenía una contractura en el cuello y una de las partes metálicas del asiento delantero se le había clavado en la rodilla, pero la sensación con la que volvió a la realidad del vuelo era bastante agradable: durante el sueño había revivido de nuevo la noche anterior, desde la cena con ella en el restaurante hasta el último beso, sosteniendo la puerta del ascensor de su casa para prolongar un par de segundos más ese maravilloso encuentro. Intentó cerrar de nuevo los ojos para volver atrás unas horas, tratando de perderse de nuevo entre las sábanas para derrochar caricias entre gemidos entrecortados, pero un oportuno codazo del pasajero que viajaba a su lado supuso la conclusión definitiva de su imaginaria aventura. Todavía quedaba al menos una hora para aterrizar y trató de consumirla escuchando un poco de música.

El avión había llegado a su destino y él accedió a la sala de equipajes dispuesto a esperar un buen rato hasta la aparición de su maleta. Un zumbido en el bolsillo del pantalón le recordó que su teléfono móvil ya se encontraba operativo tras el obligado “silencio” aéreo. Un mensaje aceleró su corazón a medida que leía las palabras que lo componían: “Llevo toda la mañana recordando tus labios; he pasado una noche tan intensa y especial contigo como no recuerdo otra en toda mi vida. Has dejado cicatrices de placer por todo mi cuerpo y no veo el momento de que regreses de ese viaje tan inoportuno, para volver a experimentar la sensación de estar perdida en medio de un paraíso que solamente tú y yo compartimos. Espero tu llamada…”

Recogió la maleta y caminó exultante hacia la salida, con una sonrisa permanente en su rostro y una imagen esculpida a base de recuerdos inolvidables en su mente. Era la de aquella mujer, susurrando a su oído palabras incandescentes mientras lo abrazaba con todas sus fuerzas, aprisionando su voluntad hasta el último suspiro. Y mientras respondía a su mensaje poniendo el alma en cada letra, consideró muy oportuno adelantar su billete de vuelta. Al fin y al cabo, no podía resistir tantos días sin volver a sentirla cerca y en aquella ciudad ya no quedaba nada más que el vacío de su ausencia.

2 comentarios al respecto...:

Unknown dijo...

Para mi,la palabra que define a este relato es: "PASIÓN".

Es por eso que mi canción para este relato se titula: "Appassionata" de Secret Garden.


http://www.youtube.com/watch?v=ijKuoVoEB84

Y una de las canciones que escuchaba su protagonista antes de que el avión aterrizara era: "The Power Of Love" de Huey Lewis & The News.


http://www.youtube.com/watch?v=gCXLpKEjZnw

Cuando una relación comienza... Se siente, se vive y te empapas "del poder del AMOR"...

Un saludo ;)

MIGUEL DÍAZ dijo...

Resulta muy curioso el hecho de comprobar cómo te puede cambiar la vida de un momento a otro... simplemente por coincidir en un lugar, por compartir la fila de asientos en un tren, por tropezar con alguien especial por la calle. Nunca sabemos lo que nos deparará la vida en el siguiente minuto, pero ahí radica también lo especial de nuestra existencia: en la sorpresa continua de adquirir experiencias día a día.

Gracias por los enlaces y las recomendaciones. Como siempre, muy acertadas...

Un saludo!

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