30 de enero de 2011

UNA ESTRELLA FUGAZ

Cuando se percató de lo que había sucedido ya era demasiado tarde… El torbellino de sus pensamientos había engullido su sensatez como una pequeña barca en medio de un huracán. Ya ni siquiera estaba interesado en luchar por lo que más quería, porque las circunstancias le demostraban una vez más lo que siempre, en el fondo de su ser, se había imaginado. “Ya sé que he vuelto a caer en la trampa que mi corazón me tiende; no soy capaz de aprender ni con los años…” Pero qué otra cosa podía hacer si por su idiosincrasia y su carácter estaba abocado a repetir los mismos errores. A lo mejor esta vez, calculando los posibles daños colaterales, la confianza pudo más que el recelo y ese corazón asustadizo y tímido volvió a enfilar la cuesta abajo sin frenos que supone entregarse en cuerpo y alma a otro ser humano. “Vale, vale. No quiero recordar este episodio como una nueva derrota en mi casillero. Dejemos este tema, por favor”
Lo cierto es que no se trataba de “este tema”; más bien era “el tema” recurrente en los últimos años de su ajetreada y por otra parte nada envidiable vida sentimental. Dando tumbos capítulo tras capítulo de una existencia basada en la mentira y rodeada de una burbuja de simulación y escaparate. Se podía decir más alto, pero no más claro. El desastre en el que se fue sumergiendo su capacidad para amar a alguien continuaba su carrera desbocada hacia un punto que no podía tener más fin que la autodestrucción en el plano emocional. Quizás ese punto estaba ya rebasado y todo esto no era más que un reflejo claro de la impotencia que se siente al no poder salir del pozo. “Sobre todo cuando pides ayuda y te hunden un poco más, ¿no?” Bueno, como dice el refrán, si uno juega con fuego… acaba quemándose.
Volviendo al inicio, a estas alturas del camino se palpaba en el ambiente un aire de irreversibilidad que a cada paso se volvía irrespirable. Era capaz de reconocer y afrontar sus malas elecciones y los pasos dados en falso, pero eso no era óbice para constatar que, más que nunca, la situación le superaba y no sabía por dónde salir. “No me arrepiento nunca de nada de lo que he hecho; todavía guardo en mi interior algo de orgullo personal. No todo el mundo es lo suficientemente afortunado como para entender lo delicioso que es sufrir…” En los últimos días tan sólo alguna llamada furtiva le había arrancado una leve sonrisa; lejos quedaba ya ese carácter risueño y conciliador al que ahora recurría únicamente en sus momentos más íntimos. “En realidad sigo siendo el de antes, pero mi vida es un ovillo enmarañado de falsas esperanzas, pocas satisfacciones y escasos méritos” Se cuestionaba una y otra vez si seguía valiendo la pena ser uno de los dos protagonistas de una película en la que, a fuerza de ver repetida, ya conocía el final: derrota y vuelta a casa por el oscuro camino de la depresión, mientras la pantalla funde a negro al igual que su propia vida. El sabor de la decepción, de saber que has provocado en la otra persona un sentimiento de hartazgo y desprecio, quema en la boca y avanza hacia el pecho arrasando lo que encuentra a su paso. Tras un par de mal tragos de esta índole, la cicatriz en el tejido de las emociones es irreparable. “Es curioso que tenga la sensación de provocar en mis… ¿conquistas? el efecto de un veneno lento y dulce. Se va infiltrando en sus células, se adhiere a su piel pero al cabo de un tiempo comienza el rechazo; la única solución es prescindir de ese brebaje y alejarse para no acabar sucumbiendo a su carácter letal…” Dañando a otros seres y dañándose a sí mismo, no duraría mucho más en la selva de depredadores que, ante él, amanecía un día tras otro.
Quiso apartar de su cerebro cualquier dato que tuviera que ver con la relación que se había fraguado en esas últimas semanas. En vano. “Alguien dijo un día que nada graba tan fijamente alguna cosa en nuestra memoria como el deseo de olvidarla…” No cabía duda de que esta vez tendría que ser el paso del tiempo el que se encargase de restañar la herida producida, por la que manaba autoestima a borbotones, perdiéndose por el sumidero del desengaño. De hecho, hoy no hubiera sido capaz ni de asomarse a un espejo, para no ver en su propia cara la imagen nítida de la resignación y la indiferencia. “No problem; será como otras veces y dentro de unos días despertaré más fuerte y concentrado”. Sabía que se auto-engañaba y no era capaz de asumir el hecho de que las estrellas fugaces se denominan así por algo; en este caso concreto la estrella se apagó mucho antes incluso de poder pedir un deseo al ver su luz, pero ¿cómo reaccionar cuando en la oscuridad de la noche un objeto brilla en el cielo deslumbrando tu apagado ánimo? Desde hacía bastante, su cielo estaba trufado de estrellas fugaces a las que siempre contempló tan lejanas como maravillosas. “Ahora es el momento de disfrutar del amanecer… nada me haría tanta ilusión como una imagen de un sol emergente sobre la línea del mar en el horizonte”. Fotografías de anuncio que siempre ocultaban la cruda realidad…
Contempló una vez más las gotas de lluvia resbalando sobre el cristal de su ventana; una reflexión repentina pasó por su cabeza: a veces los caminos que elegimos en la vida dependen de detalles mínimos y absurdos. Qué sería de aquel niño si hubiese cruzado la calle para recoger su pelota tan sólo dos segundos después de que llegara el camión; o ese otro camarero que encuentra en el suelo de su bar un billete de lotería premiado que alguna mano descuidada dejó caer de un bolso; o bien su vida podría haber tomado otros derroteros si los asientos de un avión no hubieran sido correlativos y juntos… Tan sencillo y a la vez tan dependiente del destino. “No creo que las cosas estén predestinadas; ocurren porque nosotros queremos, bien por nuestros aciertos o por nuestros despistes; no hay que darle más vueltas”. Siempre tuvo muy claro que lo importante era vivir el presente y ni su esperpéntico pasado ni su incierto y poco halagador futuro iban a estropear esa fiesta.
Tras unos minutos en los que su mente desarrolló un resumen en imágenes de lo que había ocurrido durante aquellas fechas, consideró que ya era demasiado tarde para seguir sometiendo al cuerpo a un castigo psicológico tan prolongado. Había sido un día intenso en el plano personal y profesional y lo único que deseaba era volver a zambullirse en la soledad de su habitación, para sentirse seguro y a salvo de lo que tras esas paredes acontecía. “Basta por hoy; quiero coger un buen libro, leer un poco recostado sobre mi almohada y mañana despertar para disfrutar el primer día del resto de mi vida”. Era un libro que hablaba de amor…

5 comentarios al respecto...:

María Ra dijo...

Creo que pocas veces me he sentido tan identificada con una lectura, aunque nunca he sido capaz de describirlo con ese arte ni tampoco ese sería mi final... al menos mi "elección" no habría sido un libro que hablase de amor... ¿eso significa que el protagonista no pierde la esperanza?, pues es lo que debe de hacerse, luchar por lo que uno cree: "apunta a la luna y alcanzarás una estrella".

"a veces los caminos que elegimos en la vida dependen de detalles mínimos y absurdos", ¡¡que frase tan buena!!, hay más pero esta me ha gustado especialmente.

Este relato es de los que más me han gustado, quizá porque hubo momentos de mi vida en los que me he sentido de la misma forma, ¡¡lástima no haber sabido "soltarlo" así de bien!!

Unknown dijo...

Tu se la has adjudicado.
La cancion para este relato: "Cristophori's Dreams" de David Lanz.
:-);-):-);-)
Un saludo amigo!!

Unknown dijo...

Tu se la has adjudicado.
La cancion para este relato: "Cristophori's Dreams" de David Lanz.
:-);-):-);-)
Un saludo amigo!!

MIGUEL DÍAZ dijo...

Gracias por este maravilloso tema. A veces dos personas piensan en lo mismo a pesar de la distancia. No hay mejor regalo...

SACE dijo...

Precioso a la vez que triste; podría haberlo escrito yo misma el mismo día del mismo año..., gracias Miguel.

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